miércoles, 4 de agosto de 2010

Cuadernos

De aquel de Lanzarote, copio parte de la entrada del 4 de agosto del 93:

Es corriente decir que ninguna palabra es poética por sí misma, y que son las demás palabras, sean las próximas, sean las distantes, las que, intencionadamente, pero igualmente de modo inesperado, pueden tornarla poética. Significa esto que, a la par del ejercicio voluntarista de la elaboración del poema, durante el cual no es raro buscar en frio efectos nuevos, o se intenta disfrazar la presencia excesiva de los antiguos, existe también, y esa será la mejor suerte de quien escribe, un aparecer, un situarse natural de palabras, atraídas unas por las otras, como los diferentes mantos de agua, provenientes de olas y energías diferentes, se ensanchan, fluyendo y refluyendo, en la arena lisa de la playa. No es difícil, en cualquier página escrita, sea de poesía sea de prosa, encontrar señales de estas dos presencias: la expresión lograda que resulto del uso consciente y metódico de los recursos de oficio de una sabiduría poética, y la expresión no menos lograda de los que no teniendo, como es obvio, en su hacerse o encontrarse hecho, abdicado de aquellos recursos, se vio sorprendido por una súbita y feliz composición formal, como un cristal de nieve reunió en la perfección de su estrella unas cuantas moléculas de agua y sólo ésas.

No hay comentarios: